jueves, 28 de octubre de 2010

FILTRANDO IDEAS, Diario El Pais

EDITORIAL. 28/10/10, DIARIO EL PAIS

Si hay algo que cala hondo en el pensamiento canónico "de izquierda" es la obsesión con la prensa y los medios de comunicación. Palabras como "hegemonía" "democratización" o "diversidad" son acompañantes ineludibles en este tipo de discurso, aunque en general con significados mucho menos puros de los que se les suele adjudicar. Una manera de pensar que revela un fuerte grado de desconfianza en la inteligencia de los ciudadanos, a los que parece que hay que tutelar y orientar, casi como si fueran niños, para que no se dejen engañar por el mundo irreal que mostrarían los medios.
Ahora bien, ¿vivimos realmente en un mundo tan monocorde, donde sólo se conoce lo que el "establishment" hegemónico quiere que conozcamos? ¿Es tan difícil en este siglo XXI llegar a la gente con otras visiones de la realidad que la que los malos de siempre quieren imponer?
Esta última semana fue noticia un tema que evidencia lo disparatado de esta argumentación. Hablamos de la publicación de cientos de documentos secretos sobre la guerra de Irak, que dejarían mal parado a Estados Unidos, lanzada por el grupo "Wikileaks" (algo así como wiki filtraciones) que está generando revuelo mundial. Y no se trata de la primera vez que esta organización se mete con los secretos más escondidos de la primera potencia global, mostrando que en el mundo de hoy, no hay censuras ni presiones que puedan mantener nada mucho tiempo oculto a los ojos de la opinión pública internacional.
¿Que es Wikileaks? Se trata de una organización sin fines de lucro, creada en 2007, y que se dedica a recolectar documentos secretos aportados por personas anónimas a los que dan máximas garantías de seguridad, y que ellos se encargan de verificar y de dar difusión. Mucho de lo que rodea a este grupo está envuelto por un halo de misterio que eleva aún más el interés por su peculiar forma de operación. Según su portal, buscan ser una fuente alternativa y confiable para periodistas e historiadores de todo el mundo, que no acepta censuras ni presiones de ningún tipo, en el entendido de que la prensa, lejos de ser "un mal necesario", es la única "garantía de la transparencia esencial para crear una sociedad mejor". Se supone que fue fundada por un grupo de disidentes chinos, matemáticos, y expertos en tecnología de diversas partes del mundo, y su cabeza visible es un periodista australiano llamado Julian Assange. Un personaje exótico, con rasgos paranoides, que dirige un pequeño ejército de voluntarios y activistas. Para evitar las interferencias, tiene los servidores de su organización distribuidos por países como Islandia o Suecia, donde se dice que utiliza un viejo refugio atómico de la época de la guerra fría, y es cobijado por el Partido Pirata local.
Su financiación proviene de donaciones anónimas, apoyo de fundaciones y periódicos que lo usan como insumo, y la mayor parte de la misma está dirigida a mantener su sofisticado sistema de seguridad tecnológica, y a pagar por el regimiento de abogados que lo defienden contra el acoso legal de sus "víctimas". Assange ha denunciado varias veces las operaciones de inteligencia lanzadas en su contra por las principales potencias y grupos empresariales afectados por sus publicaciones, pero nada ha frenado su actividad. Entre los miles de documentos revelados por Wikileaks hay desde memorandos oficiales chinos sobre Tiananmen, hasta documentos internos sobre Guantánamo, pasando por los mails hackeados que destaparon el fanatismo de algunos expertos del cambio climático, los secretos de la Cientología, y hasta las actas de las reuniones del grupo Bilderberg. Nada escapa los ojos delatores de la organización, y ningún poderoso del mundo ha logrado frenarlos.
Ahora bien, si estamos en un mundo donde usted, estimado lector, con sólo apretar un par de veces su dedo índice puede acceder a los secretos mejor guardados del mundo, donde ni la CIA, ni el MI5, ni las legiones de hackers de China pueden hacer mucho para esconder sus trapitos sucios, ¿se justifica seguir manteniendo posiciones tan tutelarias sobre lo que la gente recibe de los medios de comunicación? ¿Es tan grave el panorama que necesitamos que los gobiernos deriven sus esfuerzos a intervenir en los medios? ¿O será que hay gente que sigue aferrada a una visión apolillada, estatista y reguladora, en la que un burócrata de turno sabe mejor que nosotros mismos lo que nos conviene?
La respuesta final, como siempre, queda en sus manos.


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