La liberación de Ingrid Betancourt trajo alegría a todos quienes defendemos la libertad y la adhesión de los gobiernos que luchan contra los terroristas. Finalizó el terror de ella y otras 14 personas. Víctimas de un secuestro criminal, en medio de un conflicto guerrillero de izquierda en Colombia, absurdo, mentiroso y errado, situado en tiempos y situaciones distintas a las que lo crearon.
Golpe de gracia para el grupo guerrillero más antiguo de América, que perdió toda dignidad y legitimidad desde que sembró de sangre de hermanos las tierras de Colombia, y por su sumatoria al narcotráfico en su ambición desmedida. Como poder tener esos valores, cuando tiene las herramientas democráticas para generar su acceso al gobierno y en cambio prefiere la violencia.
Quien puede defender a asesinos, narcotraficantes, secuestradores, extorsionadores, cobardes que matan por dinero. Espero que el destino de las FARC -culpables de 50 años de conflicto- sea su pronta desaparición y el surgimiento de una paz que los colombianos ansían.
A pesar de lo que la hicieron sufrir, Ingrid sintió lástima de sus secuestradores y agradeció a Dios porque sus salvadores les respetaran la vida, aun a ellos que tanto mal le hicieron. Tuvo palabras para los otros que pasaron por el calvario, diciendo “Que este instante de felicidad no nos hagan olvidar que otros murieron”. Además en manos de las FARC, aún quedan otros 700 rehenes.
Desde esta Junta Departamental de Rocha, pongo mi esperanza en que sea eliminado esa manto sangriento creada por los terroristas en Colombia, y que nuestro continente vea finalmente desaparecer los intentos izquierdistas de tomar el poder por la fuerza de las armas.
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